La piedra filosofal en la alquimia. Parte 2.

No sabemos con certeza quiénes fueron los primeros alquimistas, aunque según la tradición este honor recaería en las sagradas prácticas metalúrgicas llevadas a cabo en los templos del antiguo Egipto. De ahí la idea de que el término alquimia derivaría de la palabra Kemi con la que los egipcios designaban su tierra, y de ahí también la consideración de que alquimia es el arte heredado de unos saberes oralmente transmitidos por la casta sacerdotal egipcia. Hablemos de la figura de la piedra filosofal en la alquimia.

Lo que sí sabemos es que, en los primeros siglos de nuestra era, en el Egipto helenístico, su búsqueda era una realidad que había traspasado los muros de los templos. Ya mencionamos, por ejemplo, en un artículo anterior la figura de María la Judía, una alquimista que vivió entre los siglos I-III, de la que nos ha llegado una obra titulada “Diálogo de María y Aros sobre el magisterio de Hermes”.

María la Judía

Pero naturalmente, no todo el mundo que ha buscado o busca la piedra filosofal debe ser considerado alquimista. Si leemos el libro de María, en su primera frase nos describe a Aros como un filósofo al que la propia María, poniendo a Dios por testigo le dice que si no fuerais tal cual sois, en manera alguna os declararía lo que voy a deciros.

Y es que si hay una palabra que define al alquimista, esa es filósofo. Un filósofo, un amante de la sabiduría comprometido con un férreo sistema ético que aspira a su propia perfección en la unidad con Dios. Pretender ser digno de alcanzar la piedra filosofal fuera de esa finalidad es el trabajo de los despectivamente apodados con el apelativo de “sopladores”.

Que nadie dude de la dificultad que entraña la búsqueda de la Piedra Filosofal

Que nadie dude de la dificultad que entraña la búsqueda de la Piedra Filosofal o Gran Obra. Los alquimistas nos advierten constantemente en los textos de la paciencia, la humildad, el coraje, el sigilo, la prudencia, la perseverancia y el cuidado que hay que guardar en su práctica, sin que desfallezca un ápice la fe en su consecución.

En sus libros, los alquimistas nos han legado sus experiencias y conocimientos, siempre arduamente conseguidos, disfrazados con mitos, alegorías, juegos de palabras y operaciones desordenadas, consiguiendo introducirnos con sus palabras en un gran laberinto. No se cansan de repetir que su materia es una y su vía única, pero, sin embargo, nos describen formas de proceder y sustancias distintas, lo que provoca un mayor desconcierto al principio. Y es que, aunque todos los caminos conducen a Roma, el punto de partida y como lo recorramos puede variar.

Unos proceden con el antimonio, otros prefieren el cinabrio o los vitriolos e incluso, los hay que optan por el propio oro… Unos siguen la vía seca, otros la vía húmeda, o incluso una vía mixta… Pero todos saben que con independencia de cuál sea su elemento de partida, necesitarán la ayuda de su disolvente o mercurio universal, y todos recurrirán en su elaboración a una única materia prima a la que se refieren por los nombres más variopintos, y de las que nos brindarán descripciones sobre las que hay que estar muy atento para poder seguir su pista.

De otro lado, todos saben que con independencia de si la vía escogida es la húmeda del matraz o la seca del crisol, en ambas seguirán un mismo protocolo de actuación: disolver y coagular. Si se decantan por la primera hallarán un disolvente en estado líquido, mientras que, si transitan por la segunda, su mercurio será un agua seca que no moja las manos.

Por último, todos saben lo que anhelan encontrar: la piedra filosofal en la alquimia que les permita obtener una medicina universal y transmutar los metales en oro, confirmando que Dios les ha bendecido con el mayor renacer espiritual posible para el hombre.

Johann Daniel Mylius – Anatomia Auri – 1628

¿Cómo es la piedra filosofal?

Los que han visto la piedra filosofal suelen coincidir en su aspecto físico y en sus cualidades, describiéndola como roja, pesada, brillante, cristalina, traslúcida y fácilmente desmenuzable. Los testimonios de los alquimistas se unen a las noticias que a lo largo de la historia nos han dejado entre otros el célebre químico Jean Baptiste van Helmont, o el médico Hohann Friedrich Schwitzar (Helvecio o Helvetius), tras ser testigos fidedignos de transmutaciones.

En Televisión Española tuvo lugar la que posiblemente ha sido la última transmutación pública confirmada. Corría el año 1975 cuando un francés llamado Richard Chanfray dijo estar en posesión de unos polvos que de manera anónima le había proporcionado un extraño personaje con los que podía transmutar el plomo en oro. Invitado al programa de televisión, realizó una transmutación delante de químicos y especialistas. Los rumores apuntan a que fue el mismísimo Fulcanelli, el último de los grandes adeptos reconocidos, quien se lo pidió para dar fe pública de la realidad de la existencia de la Piedra Filosofal, y dejar constancia de la verdad de la alquimia. Y es que estar en posesión de la Piedra Filosofal resulta ser una cuestión harto peligrosa, por lo que los adeptos prefieren la discreción y el secreto en su actuar.

Conde de Saint Germain en directo en TVE 1975

Cuando en el desarrollo de las operaciones se alcanza la fase de Albedo, o más aún la de Rubedo (comentada en el anterior artículo), habremos logrado el propósito iniciado tiempo atrás. Estando en posesión de la Piedra Filosofal o Elixir, como también es llamada, podremos elaborar la medicina universal disolviéndola en un licor, o podremos continuar los trabajos y convertirla en los “polvos de proyección” transmutatorios.

Este polvo, normalmente envuelto en cera, según nos dicen los adeptos, se añade o proyecta sobre un metal en fusión y se transmutará en plata (Lapis blanco o piedra obtenida tras la fase de Albedo), o en oro (Lapis rojo o piedra roja obtenida tras la mayor maduración alcanzada al concluir la fase de la Rubedo).

El licor que contiene la Piedra Filosofal, imán de la energía universal, será una medicina tan potente, que probablemente sea capaz de ayudar a las personas a gozar de una vida más larga y sana reequilibrando su cuerpo y su alma.

La Piedra Filosofal, si confiamos en las palabras de los adeptos y de los grandes alquimistas que nos han precedido, que tanto respeto nos merecen, nos conducirá a poder ayudar a los demás gracias a la medicina y a la riqueza material obtenida en forma de oro, pero también conducirá al alquimista a la comprensión de la Naturaleza en su más amplio sentido, a traspasar los límites de la razón y contemplar la Verdad con los ojos del pensamiento inspirado por el furor divino del amor.

Si quieres saber más sobre La Piedra Filosofal en la Alquimia, no te pierdas las primera parte de este post. 


La piedra filosofal en la alquimia parte 2
(c)
Alicia Maria Carrasco Jiménez

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